3.9.09

Septiembre es un mes extraño. Con solo decir esa palabra te vienen a la cabeza montañas de apuntes y fechas grabadas a fuego en el calendario.
Tardes de playa sin las aglomeraciones de julio, noches de juerga para despedir a un amigo que se va y mas noches de juerga para recibir a un amigo que vuelve.
Es un mes de contrastes. Un día te encierras en tu casa y estudias hasta más no poder y al siguiente sales con tus amigos al cine y te desquitas del día anterior.
Acabas harto de tantas hojas amontonadas en tu cama, de tantos papeles con párrafos resaltados en fosforito, de montones interminables de apuntes para memorizar… todo se vuelve monóno, gris… hasta que un día conoces a alguien especial, entonces aquel montón de apuntes que parecía un rascacielos ahora casi no lo ves.
Es un mes odiado y amado al mismo tiempo.

Septiembre es el mes agridulce.

1.9.09

Puse el despertador a las nueve y media.
Mi cuerpo no estaba dispuesto a madrugar, pero al final tuve que levantarme, tenía que estudiar. Eran las diez y media
Cuando puse los pies en el suelo me noté raro, no era como todas las mañanas. Notaba mi cuerpo excesivamente cansado.
Me puse el termómetro: 37.50
Efectivamente, tenía fiebre. Me tomé un termalgin y me puse a estudiar. Poco a poco la pastilla fue haciendo su efecto y pude pensar con más claridad.
Espero que esto no sea la gripe A-me dije-Con la suerte que tengo…ponerme malo
en uno de los mejores momentos de este verano (si obviamos los exámenes de septiembre).
Con esta idea en la cabeza, aproveché unos de esos momentos de descanso que tengo entre hora y hora de estudio y me informé sobre los síntomas de la gripe A.
Fiebre alta, mucosidad, dolores de cabeza, pérdida del apetito…En mi caso solo se cumplía uno, así que, por ahora no tenía nada que temer. Respiré aliviado y continué con mis estudios.
Mientras estudiaba empecé a imaginarme como sería mi situación ingresado en un hospital con riesgo de muerte por ese maldito virus. Realmente yo sabía que con mis 37.50 º era muy difícil que hubiera cogido ese virus tan famoso y a la vez tan odiado.
Pero nos gusta tener una sensación de falso peligro. Por eso nos subimos en las montañas rusas. Creemos que nos puede pasar algo, que corremos peligro, pero en el fondo sabemos que es prácticamente imposible que ocurra una desgracia.
En ocasiones, cuando era pequeño, iba por la calle y me imaginaba que una de las personas que iban detrás de mí me estaba siguiendo. Realmente sabía que no era así, pero me gustaba tener esa sensación.
Por lo menos hace tu vida mas emocionante, aunque sea momentáneamente.
Después de esta reflexión, que en mi cabeza duró menos de un minuto, seguí estudiando, aunque a los pocos segundos mi mente volvió a estar ocupada con otra cosa…Como siempre….

30.8.09

Fue como en los sueños que tantas veces se han repetido una y otra vez en mi cabeza. Las mismas sensaciones, el mismo cosquilleo por el estómago ...todo igual pero multiplicado por mil. Esta vez ha sido real y seguro que no cae en el olvido como esos sueños que me dejaban la miel en los labios para luego escuchar la voz de mi madre diciendo:
-Pablo, vamos, que son las 7 y media.