25.9.09
A unos diez minutos de mi casa, casi al final de La Rambla hay un viejo caserón medio en ruinas.
Cuando era más pequeño y pasaba en el coche junto aquella casa mi imaginación empezaba a volar.
Tan solo un par de segundos pegado al a ventanilla del coche me bastaban.
Imaginaba como seria aquella casa en su época. Sin paredes desconchadas y sin muros derruidos. Una casa llena de vida, con un carruaje en la puerta y un viejo jardinero cuidando del vasto laberinto de setos.
Imaginaba que en esa casa vivió una importante familia aristocrática inglesa.
Cuando pasaba cerca del caserón veía asomada a la ventana a la señorita Rachel, la hija de Franklin y Drusilla Blake. Tenía la mirada triste, porque echaba de menos a su prometido, que se había enrrolado en la tripulación de un barco con destino a la India.
En la puerta estaba el señor Franklin hablando con su mujer sobre los preparativos para la fiesta que iba a acontecer en dos días. Mientras discutían, los criados entraban y salían por la puerta de la cocina transportando grandes cantidades de comida. La señora Ablewhite, el ama de llaves, se ocupaba de que todo saliera según lo previsto.
Era una casa que evocaba historias misteriosas, terroríficas, románticas…Hacia volar tu imaginación.
Unos años más tarde, hablando con un amigo me enteré de que a esa casa iban los yonkis a pincharse.
Aún asi, pensaba que por dentro, la casa permanecía intacta, los mismos muebles de época victoriana, los juguetes en la habitación del hijo pequeño, la ropa en los armarios y la comida en los platos, todo ello cubierto por una capa de polvo y por telarañas.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)