Puse el despertador a las nueve y media.
Mi cuerpo no estaba dispuesto a madrugar, pero al final tuve que levantarme, tenía que estudiar. Eran las diez y media
Cuando puse los pies en el suelo me noté raro, no era como todas las mañanas. Notaba mi cuerpo excesivamente cansado.
Me puse el termómetro: 37.50
Efectivamente, tenía fiebre. Me tomé un termalgin y me puse a estudiar. Poco a poco la pastilla fue haciendo su efecto y pude pensar con más claridad.
Espero que esto no sea la gripe A-me dije-Con la suerte que tengo…ponerme malo
en uno de los mejores momentos de este verano (si obviamos los exámenes de septiembre).
Con esta idea en la cabeza, aproveché unos de esos momentos de descanso que tengo entre hora y hora de estudio y me informé sobre los síntomas de la gripe A.
Fiebre alta, mucosidad, dolores de cabeza, pérdida del apetito…En mi caso solo se cumplía uno, así que, por ahora no tenía nada que temer. Respiré aliviado y continué con mis estudios.
Mientras estudiaba empecé a imaginarme como sería mi situación ingresado en un hospital con riesgo de muerte por ese maldito virus. Realmente yo sabía que con mis 37.50 º era muy difícil que hubiera cogido ese virus tan famoso y a la vez tan odiado.
Pero nos gusta tener una sensación de falso peligro. Por eso nos subimos en las montañas rusas. Creemos que nos puede pasar algo, que corremos peligro, pero en el fondo sabemos que es prácticamente imposible que ocurra una desgracia.
En ocasiones, cuando era pequeño, iba por la calle y me imaginaba que una de las personas que iban detrás de mí me estaba siguiendo. Realmente sabía que no era así, pero me gustaba tener esa sensación.
Por lo menos hace tu vida mas emocionante, aunque sea momentáneamente.
Después de esta reflexión, que en mi cabeza duró menos de un minuto, seguí estudiando, aunque a los pocos segundos mi mente volvió a estar ocupada con otra cosa…Como siempre….
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